Primera parte:
La polémica sobre si crear una Escuela de Instrucción de bajo o de alto nivel, su trasfondo ideológico y el papel de la SNA
Posterior a los fallidos intentos de crear una Escuela Técnica Teórica y Práctica durante el protectorado del general Santa Cruz en 1837 en la época de la Confederación Peruano-Boliviana, las propuestas viraban entre la creación de una Escuela de Instrucción Primaria Agrícola Práctica de bajo nivel, y una Escuela de Agricultura de alto nivel. Esta última propuesta es presentada, como proyecto de “Escuela Superior de Agricultura”, por el diputado Manuel Bernardino Pérez para ser posteriormente enviado a la SNA (Sociedad Nacional Agraria, sociedad que reunía a los más grandes latifundistas del Perú).
En esta Sociedad no existía unanimidad en lo relativo a la orientación que se le debería dar: una minoría estaba de acuerdo con el proyecto, sin embargo, la mayoría presionaba por una Escuela con orientación “hacia la formación de capataces y mayordomos de hacienda que, sin ser de alto nivel científico, ayudaran a los agricultores en sus labores agrícolas… Quizás sí, inconscientemente, estos agricultores[1] (de la SNA) trataban de formar personal que no los fuera a superar en el campo. Tenían, todavía, la mentalidad colonial de dominar a todos los servidores de las haciendas.”[2]
Ya en estos momentos la SNA pasa a ser el mayor interesado en la creación de tal Escuela. Sin embargo, sus propuestas dejan entrever los intereses de ésta, ya que planteaban la creación y sostenimiento de la Escuela con el presupuesto dejado por las universidades de provincia que para el caso se suprimirían, así como con el aporte del Estado, quien a la vez no tendría que gravar con algún impuesto a los agricultores de la SNA. En octubre de 1900, luego del informe de la Sociedad, la Cámara de Senadores impide la aprobación del proyecto del diputado Pérez.
La Escuela Nacional de Agricultura y Veterinaria
En setiembre de 1900 hubo un pronunciamiento de un sector de la SNA que opinaba que era necesario de una vez decidir sobre la propuesta de Pérez o de la Sociedad[3]. Ante la falta de iniciativa del legislativo, el presidente López de Romaña, optó por crear una Escuela de Alto Nivel, que otorgaría el título de Ingeniero Agrónomo. Se eligió al Instituto de Agricultura de Gembloux, Bélgica, que ya tenía 40 años de existencia. El Director de Gembloux, en coordinaciones con el cónsul peruano en Bélgica, seleccionó a cuatro ingenieros agrónomos del instituto: Georges Vanderghem (quien nunca más volvería a Bélgica), Henri van Hoorde, Víctor Marie y Jean Michel, además del veterinario de la Escuela de Cureghem, Arturo Declerck.
A modo de conclusión
La polémica que se da en el seno de la SNA respecto al nivel de esta, evidencia la confrontación pragmático-ideológica de un sector latifundista de carácter colonial y por tanto feudal, y otro de carácter más progresista, propiamente dicho, un tímido sector burgués en surgimiento que por tal no puede plasmar fácilmente su propuesta que a la vez pudiera haberle dado a la agricultura peruana el rumbo que otras naciones ya le habían dado a las suyas.
Así, la creación de la ENAV ha sido el reflejo de la situación de nuestra agricultura y de nuestra clase política. Por aquellos años en nuestra agricultura aun se desarrollaba el latifundismo y, en esta, una mentalidad colonial para trabajar la tierra y tratar a los campesinos.
La SNA, en posteriores años, haría sentir su influencia en la ENAV, ya porque se diera cuenta del rol que podría cumplir para con sus intereses, o ya porque ésta jugaría un papel importante en la agricultura de nuestro país…
(Continuará).
Abel Zavaleta Ortiz 2005, para el boletín "El búo".
[1] Es importante tener en cuenta que cuando la SNA menciona a los agricultores, se refiere exclusivamente a los latifundistas. Si la SNA fue una de los principales propulsores de la ENAV se puede tener una idea del campo de acción que la Escuela tuvo en gran parte de su existencia.
[2] Orlando Olcese P. 2002 “Enfrentando la Adversidad Camino a la Gloria”, 2002. Página 73
[3] Georges Vanderghem, “La Escuela Nacional de Agricultura y Veterinaria”, Segunda Edición de 1993. Página 25
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