El sol se pone mientras la arena que solo contaba historias de algas y agua salada alcanza el cemento. Las parejas festejan con besos el ocaso mientras caminan rumbo a casa. A lo lejos se distingue el cantar de los pajaros camino a sus nidos. Gorros, polos, sandalias, bolsos desordenados, pies cansados, sal, más arena… Entre el rutinario trajinar salino se confunden unos caminantes de hombros cargados y huellas de barro. Los pasos y el alboroto de la ciudad continúan pero entre el respirar costero ellos irrumpen con su perfume a verdor rural y leña recién quemada. Entre el bronceado marino ellos exponen su quemar andino. Sus salobres pieles y broncear cordillerano se muestran altivas frente al mar al igual que la felicidad y el amor que subyacen a sus pasos y miradas. La ciudad se abre ante ellos: caminantes andinos. Huaral 2012/01/01