Publicado el día 7 de enero de 2008 19:12
Apreciaciones y anotaciones sobre el libro “La ciudad de los culpables”
Parte I: La breve infancia de Sebastián Estoico
Hace más de una semana que me inicié en la lectura del libro de Rafael Inocente, actual estudiante de post grado en la facultad de zootecnia de
Estilo literario
El libro utiliza el estilo de la polifonía que en términos simples es la técnica que mezcla la historia de varios personajes. Sería como que la historia de cinco personas estuviese representada por cinco barajas. Cada baraja sería la historia escrita de la vida de cada uno de ellos y cada carta representaría capítulos saltantes de la vida de cada uno. Luego, para armar el libro, se necesitaría mezclar todas las barajas.
No es un libro histórico, político, mucho menos propagandístico
Eso en cuanto al estilo literario. De otra parte, el libro narra la vida de un grupo de jóvenes que vive el paso de su adolescencia a la juventud en el contexto de la violencia política (guerra interna o guerra popular, en lo personal nunca utilizo el termino "terrorismo") del Perú de los ochenta. No es un libro histórico, mucho menos político.
Adolescentes que empiezan a despertar su sexualidad en medio de una sociedad que aun en ese entonces, corrompida por la cultura de masas y la "caja boba" promovía la valoración del ser humano más por lo superficial que por lo interior. Así, algunos llevados por la masa alienada experimentan una vida libertina mientras que otros, asqueados de tal cultura empiezan a cuestionarla con esa rebeldía confusa de los adolescentes.
La vida no les cabe y no la aceptan tal como les obligan a que la adopten. Se revelan y empiezan a vivir otras experiencias… algunos desaparecen de manos de los militares, otros salen, pero todos buscan y claman por ser encontrados…
Bueno, eso en cuanto a la presentación de los personajes y el libro. Por ahora quiero compartir algunos pasajes que me gustaron mucho:
"La breve infancia de Sebastián Estoico”
“Yo era muy niño aún, pero lo recuerdo bien. Hay días hasta ahora en los que las lágrimas se me salen; no de pena, sino de un sentimiento extraño y desgarrador cuando lo evoco.
Es éste, un hombre joven todavía. Un mestizo bien plantado, de espaldas curtidas y caderas estrechas, y una mujer de contextura muy delgada. Suben y bajan de los micros y parecen no tener un rumbo fijo. No venden nada y en sus ojos no se refleja ni la violencia habitual de los citadinos ni su ansiedad enfermiza. Tampoco el discurso es aprendido ni la voz impostada. El sólo anuncia, con su permiso señores, voy a entonar algunas melodías, unas son de mi tierra, otras de allende, y sin más empieza:
Estás arando, arando, arando
en la chacra ajena con tus yuntas,
mi hermano, mi hermanito.
De ese mismo modo araremos
una vida grande
juntamente todos por nuestra tierra.
Con una guitarra entre las manos, una armónica viejísima y una zampoña en los labios, salen huaynos, valses y hasta marineras, y ella, con un percal rayado, largo, gastado, frondoso, y un oxidado run-run, acompaña feliz la melodía, acomodándose de rato en rato el bebé que lleva en la espalda. De la mano, un niño, como de cuatro años, golpea un tamborcito de piel de oveja con tan buen ritmo que bajan siempre con hartas monedas.
No me lo dijo nunca mi padre, pues era bastante parco; pero sí mi madre. Cuando llegaron a Lima en el sesenta y tantos las barriadas empezaban a formarse y ellos, despojados de lo poco que tenían por el gamonal Mendiburu que a su vez había sido afectado por
En vano la gente,
en vano los mistis
mi Sebastianita
me encargan y dicen
haz llorar a los extraños
haz sufrir a los extraños
¿Cómo podría yo
hacer llorar mi
Sebastianita,
a los hijos que no tienen familia,
a los hijos de los que no
tienen ni medio,
mi Sebastianita?"
Pagina 20-22
…
En los próximos días les enviaré otros pasajes… hasta pronto.
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