La universidad moderna tiene dos funciones: investigar y enseñar, o sea, crear conocimiento nuevo y difundirlo. Y tanto la investigación como la enseñanza universitarias abarcan las ciencias, las técnicas y las humanidades.
Por "ciencias" entiendo la matemática, las ciencias naturales y las ciencias sociales. Por "técnica" las ingenierías (incluso la informática), las biotécnicas (incluso la medicina, la veterinaria y la agronomía) y las sociotécnicas (incluso la economía normativa, la administración de empresas y el derecho). Y por "humanidades" entiendo la literatura, la filosofía y la historia de las ideas y del arte.
Si se acepta lo que antecede, debe admitirse que una institución de enseñanza superior en la que no se hace investigación original, esto es, en la que no se produce conocimiento nuevo, no es una auténtica universidad. Llámesela Escuela o Colegio, pero no se le dé la patente de universidad porque no lo es. Tampoco es una auténtica universidad aquella en que falta la ciencia, la técnica o las humanidades. La auténtica universidad es universal, en el sentido de que abarca la cultura íntegra. Por lo tanto las denominadas "universidades técnicas" debieran llamarse lo que son: institutos o colegios politécnicos.
Si se examinan las universidades del mundo hispánico a la luz de la caracterización que acaba de proponerse, se llega a la conclusión, a saber, que la enorme mayoría de las instituciones que ostentan el nombre de universidades no son tales, sino colegios o escuelas. En efecto, la mayoría de sus profesores difunden conocimientos sin crearlos ellos mismos. Al no ser creadores, sus enseñanzas rara vez están al día, y en ocasiones son totalmente equivocadas. Yerran principalmente en inculcar la creencia medieval de que el conocimiento yace en los libros, en lugar de ser un proceso en un cerebro viviente.
Nuestra universidad no es fábrica de conocimientos sino de diplomas.
El atraso de la técnica en el mundo hispánico es harina de otro costal: en este caso las causas principales son el subdesarrollo económico y la dependencia respecto de las naciones centrales. Un país sin industria no necesita ingenieros industriales, químicos o eléctricos. Un país que importa técnica no necesita ingenieros que hagan diseños originales: convierte a los ingenieros en capataces, administradores, o incluso vendedores.
Fines y fin base de
Bunge no habla de la extensión universitaria a la cual típicamente se la considera un tercer fin de la universidad. Aunque no hace mayor referencia sobre ello, esbozaremos nosotros el por qué no debería plantearse un tercer fin, o al menos en un sentido paralelo a los dos primeros.
La evaluación concreta de la problemática universitaria nos demuestra que las oficinas de o áreas de extensión universitaria han devenido, en general, en un aparato al margen de la formación y la investigación. Y esto pasa porque se le ha separado de las dos primeras funciones.
Tanto la formación como la investigación, no pueden darse al margen porque la real formación se da en la práctica social misma que es al fin y al cabo donde el profesional se desenvolverá. Del mismo modo, el poder de la investigación y de las nuevas tecnologías no puede ponerse a prueba más que en la sociedad misma.
Tanto un instituto de investigación como una universidad producen conocimiento y tecnologías, pero mientras que en el primero la formación es fundamentalmente circunstancial, en la universidad no. De esta manera demostramos que, aun cuando la producción de conocimientos y tecnologías es un fin base, la formación de profesionales es lo que caracteriza a la universidad del resto de instituciones.
Comentarios
Publicar un comentario