Cada piedra tiene una historia. Lo sentí cuando hoy corriendo tras la lluvia tropecé con una.
Piedra redonda, desgastada por históricos diluvios: canto rodado. No me hizo caer, más bien me miró con ternura y calidez. Pude sentir la suavidad de su superficie que no son casualidad ni producto divino sino obra del tiempo.
La lluvia la inundaba en toda su amplitud, pero ahí también se encontraban sus lágrimas. La recogí y, aún húmeda y lúgubre, me dijo que aún hay mucho que vivir como para darse por vencido. Creo que tenía mucho más que decirme pero la lluvia también me alcanzó. No pronunció más palabras, solo rodó una vez más por la tierra y alcanzó a darme un grano de arena de su ser.
Entonces me detengo y busco confundir entre la húmeda naturaleza algunas gotas de mi amargura y frustración… ¡Oh canto rodado! ¡Tú que en la lluvia escondes tus dolencias! ¡Tú que con el trajinar de la historia nos muestras la belleza de los que perseveran! Nos encontraremos nuevamente, confundidos entre los que construyen la dicha desde la constancia.
De mis sentimientos.
Huancayo 10 de octubre de 2011
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