Un anciano del poblado de Panti lleva a casa un tronco, la edad le pesa y las gotas de sudor recorren su rostro, pero no como para agotarle la vida.
Tiene el color de la soledad y la melancolía, pero su piel también se llena de primavera. Transcurren las horas, los días, los meses,... los años.
El Perú profundo guarda innumerables vidas con infinitas historias. Alegría, melancolía, agonía, dicha, soledad de un pueblo al que aun le duelen las heridas de los quinientos años, y de los treinta años, pero que no pierde la sonrisa de un nuevo porvenir...
Huancayo 10/12/2011.
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